REVOLUTION ARMY

El ruso se dio cuenta. Una vez más teníamos a nuestro servicio a un vicioso Down reluciente, a pleno sol, dispuesto a todo; saltos de lujo: la boca de riego del gobernador en su barriga, en su barriga salir de aquí. Volver a Palencia. Salir de Palencia. Arriba el carricoche, fuera, en el balcón en verano. La única oportunidad. El balcón largo. Volver a Palencia, sin un duro. Sin un duro, y con su padre besándome el culo. Ayúdale mongolo. Necesitábamos a dos más. Marlene estaba sola en las posiciones. Después, esa misma mañana, la señora directora, a la señora directora sabiendo que le escuchaba: “Oh Billy, Billy todo el tiempo es mío; rodilla con rodilla, vuelo privado según Joe” . Deshilvanada y memoriosa Cecilia Buchner, señora directora: así pasamos a otro mundo. Crear una constante. No querer saber qué se siente sino aprender a olvidar los objetivos en el escritorio del balcón, por turnos, el único de la mansión; vengarse en mundo privado no es mineral de la familia. Están en cada civilización; lo comprenderemos más tarde. Llegan el viernes, engañados; engañada la prensa. Chicago 1911. De vez en cuando le pide un cigarrillo para que se ponga contento, Danilo, su primo, tu abuelo. Le dicen que entró babándose. Quiere más. Quiere verle, esperarle, yonky portugués, todos los años que hagan falta. Cada vez recibe más correspondencia; la casa perderán a partir de mayo. En Marzo escribe títulos, sólo títulos, por las tardes, no exentos de cierta tibieza: ocultaciones de punta a punta, en la costa el pelo así, y quedarse en casa. Así le gusta que se queden los guapos, y se les vaya torciendo, además, la nariz. No aquello sobre lo que había perdido el control, eso dejarlo a los demás, Hazlitt: que te gobiernen. Su tío no cometió errores, su tío, recién operado o no, de alguna manera les legitima; por supuesto, nos enflaquece a todos, pero nos hace arbitrarios, y, pipa al hombro, no lo dude Casavella, mejores.