Yo soy de las que quieren que Aminetu muera pronto, cowboy, y arrojarla a las aguas tranquilas de la parte española. Sacar la grasa de la rebelde y sus córneas para ser veneradas en otro yunque, y se trafique. Tenerla vigilada, unos meses. Y entonces sí, que se la llevaran a Marruecos. Y que no haya manera de hacerla llegar a su sitio. Sería una buena y hermosa lección, sobre todo para ella. Sería tan hermoso que Aminetu no pasase de esta, y que quisieran hacerle un funeral bonito aunque no fuera en su pueblo, y que no hubiera manera porque es imposible y poco común.
Usted me canta: en relación a los Juegos olímpicos se sabe que los ciudadanos son avisados, y que las técnicas nunca han sido del todo eficaces. El doping-continúo- es la última medalla del deporte; hay que apostar por esa vía, por la vía sin hechuras de la nandrolona. Eso es, para entendernos, una meta hoy.
Lo primero que haría sería solicitar vigilancia; tropas allí. Al que protagonice acto de amor sincero, le quede, mi señor, al menos, mi caligrafía terrible.
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