Quiero que un día me pase algo y a ti ya no te funcione la
cabeza. De que tengamos más tiempo y estemos más relajados. Esto lo voy a
guardar yo en el bolso; de mi padre y de tu padre: cosas. Esto es de médicos:
tuyo. Mete esto en la maleta, esto es de la casa pequeña. Esto es lo del
otorrino y lo de los extintores. Vale que yo me mate, y querer envolver a los
hijos y a los nietos, en este asunto, hasta el final.
Para servicio de las dos hermanas: podrán sacar las aguas de
la parcela, por donde menos daño haga. -Que es donde se agarra ella-. Hemos
olvidado ir a las suertes. Pero es uno de los mejores laberintos, un laberinto
de marca mayor. También llevará este número uno Candemayuelo: los chopos que
tiene; el Arenal sobre el camino, y que serán cortados en el plazo de dos
meses.
También lleva este lote Los raneros. Que el Naval quedará
como está, para poner en él lo que quieran; menos después de salir las suertes.
Y los chopos se queden para las dos. Pero como eso era un laberinto firmó
Antolín y Angelina; dado como es ella. Angelita. En ese papel pone eso y aquí
pone otra cosa.
Por indiviso para nuestras hijas vamos a hacer de la siguiente
manera. Suerte número uno: la del Espino. Para el lado de Marino, y el Arenal
por la parte de Colino. Suerte número dos: el Arenal entero para mí. Ya está
todo hecho y firmado. Yo protesté para que me diera lo de abajo, desconfiando
alguna historia en el Libro de familia. Cada vez que la toco la suerte número
uno. La casa, la Suerte, el Arenal, el Naval y el Espino. El día que toque la
maleta, va a clamar el cielo. Qué revolución, de la que le compraste a Julia. Y
un caza firme y sereno que aterrice como los helicópteros. Un mero caza punto
de toque en la esquina con Pallerols y Triana.
G. K
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