TEATRO, MICRÓFONOS Y NUEVAS TECNOLOGÍAS

jueves, 24 de noviembre de 2011

LA SANGRE TIRA


Novio inglés sin radio sin hijos sé cuatro idiomas sólo me falta el águila
Investigo la epidemia en la Asociación ,
Modo sereno de ser y domicilio.
Para examinar toda la herramienta atravieso
corriendo una de las puertas de la valla. Mi favorita.
La legitimidad innegable del realizador kinki
tras la visión moribunda de mi padre.
El novelar. 


martes, 22 de noviembre de 2011

EL CANTO DE LAS PUERTAS

Me estoy inflando a manzanas.
-Sí, es cierto –asiente el negro, guardándose la pistola.
Dos veces brillante, el negro que me cuida se acerca al ventanal repasando su libreta joven –me dice- demos media vuelta, tronco. No –suspiro-.
Hallarán el helicóptero abandonado en un prado, cerca de Ventura.
Hoy te llevaré atado. ¿Me oyes? Se iniciará entonces una cruel tarea;
ya huelo la cojera de los caballos. La poca conciencia de los hombres joya
a eso de las doce, entrando jodidos y descojonados en la ciudad repentina,
humeantes.

domingo, 20 de noviembre de 2011

LA VOLUNTAD



En efecto, no sé si dará resultado pero sigo pateando lentamente el interruptor, como un puro deber. Esto es un atentado político y ustedes no pueden atrapar a Walt ni a Fred. Afirmó que una mujer nunca tira un pendiente que le gusta, salvo que sea fantástica o haya recorrido todo un país en coche o sea un puro hecho biológico o se le deba todo. Miro el pendiente de brillantes en su pene y las chispas. El salmo de los osos contra la marea. Tengo aquí a mano la invitación. Al final les tuve que enseñar el carnet. Es el preguntón de las víctimas. Soy muy coqueta y sobreviviré y no aprendo nunca.


martes, 15 de noviembre de 2011

CIENCIA ALEGRE DE LOS SITIOS

C. Bonald y Gimferrer en Sevilla.


Gruño por lo bajo mientras regreso al sendero.
Les miro solemnemente desde el asiento ante el volante.
Consulto el reloj. Registro concienzudamente todo el cañón.
Señalo un arbusto destrozado y a la mexicana que ha estado en todas partes.
Le compro unos pendientes por lo que pueda pasar y para no escucharla y para ver sus manos. Hoy no ha pasado por aquí ningún coche.
Regreso lentamente a la cabaña.
Creo que mis bolsillos también están vacíos,
ya que mis ropas no son éstas.

Amé las tendencias de la sociedad
y, a veces, la mera impostura
en los documentos pasionales.
Hoy, por fin, me cuelgan.

lunes, 14 de noviembre de 2011

SABER ESTAR



Los corales de la cabeza le despiertan en su habitación de futbolista. 
Lava al killer. A los federales.

Allí se queda. Sospecha qué demonios hace allí al instante. Sí, como en los viejos tiempos.
Se vuelve a sentar en la mesa y a abofetear, a aplaudir el bonito cuerpo de Jack en el centro de convenciones. 

El mensaje es para la reina, y muy organizado-
A todas las unidades: anoche no volvió a casa.
lo sientan al lado de la chica que se lanza al Mississipi.
Cinco horas seguidas en casa con el polar negro. Lo más seguro es que entre en varios locales sin garantías, por la mañana, y llame a voces al camarero, simbólicamente en su contra, y con eso sea suficiente, recordad. La exigencia es la misma y, aún así está prevista. Muchos años desde ahora.


martes, 8 de noviembre de 2011

500 PUNTOS


Tupido de pus, mejor que nosotros, los ojos sincronizados en la almohada, a su bola, solo, ido;  así celebró su cumple, querido Marty, tu querido John antes de tirarse al mar con el coche y cuatro desconocidos  para evitar el desastre. Mientras caían seguían  disparando. La que liaron. Pienso en John y aquellos chicos, discutiendo en voz muy alta, al límite, todo lo referente a la excursión y los ayunos. Veo los once cables de arrastre y la inexistencia del frenazo ascendiendo cuidando de tu vida. Noto a John cogiéndose la gorra y sacándoles hasta la orilla; enterrándolos y enterrando el coche por unas horas por alguna buena razón.

domingo, 6 de noviembre de 2011

13

Padezco la enfermedad del olmo holandés. Quieren tratarme con fibras ópticas. Cañonearme entero con luz blanca.
C. Stevens
    
Los dos muchachos y los dos africanos radiaron a la policía que estaban dispuestos.  Los dos muchachos se montaron en los africanos. Los problemas se extendían. Al menos un año anduvieron tomando carreteras. Siempre estaban recogiendo sus bártulos de un lado para otro. Pasaban mucho tiempo solos, vigilaban y visitaban granjas los domingos. Los negros una mañana señalaron una avioneta; parecían bailarinas hasta el cuello. Fabricaron un camerino en su interior. Un curioso camerino. Se quedaron a vivir en la avioneta y alrededores. Uno de los africanos empieza un diario insatisfactorio; le pasa como a ti, que no le tiene miedo a nada.  El otro negro y uno de los muchachos desaparecen un día. El otro muchacho se queda con el africano negro  diarista. Pasan los años. Un día, pasa cerca del avioneto camerino Agnes con sus ojos emborronados. Antes de que puedan terminar de presentarse, la Agnes los mira y sin dirigirse a ellos les enseña, llena de confianza, su macabro pasatiempo desde que nace. La mayor fiesta que habían visto nunca.


jueves, 3 de noviembre de 2011

CANNES



A lo largo de la mañana brilló la escupidera, centrada, de forma racial. El Consejero en jefe,  Bob, enamoradizo y gigantesco, buscó el imán con la mano, -se le acababa de meter un trozo de ferralla en el ojo-.  Descorazonador y joven, habló a los técnicos, cada vez más concentrado. Empezaba a mostrar las soluciones. 
   -El ultimátum europeo sufre la personificación neutra de sus hombres. La espantada.
   -La huída hacia adelante, señores. Ese muchacho se morirá de hambre –sonrió tío Titus-.
   En las fotos farfullan todos ellos: nordistas. Se cantaban las cuarenta en aquella santa casa. Llovía en casi todo el país.
   -¡Sí, está bien¡ Yo pilotaba el helicóptero y soy una extremista  – reflexionó en voz alta-.Siempre lo he sido. Acaso una patriota.
   Cuando nos enseñaba  geografía el desgraciado se enderezaba. No sabía hacia dónde respirar. Lo contaba todo. Nos colaba al mirar. Cada vez que era disparado abrazaba su propio fulgor.
  -Por lo visto han encontrado al chico, Walt -opinó el otro. Y que me  prepare.
   -En cualquier dirección, sí -observó la rubia-, pero no en cualquier sitio.