TEATRO, MICRÓFONOS Y NUEVAS TECNOLOGÍAS

sábado, 1 de diciembre de 2012

ROSA



Le dije, es bueno y necesario que 
te alejes de mí, pero volverás y harás, 
de nuevo, lo que yo te diga.
Sterne

 Todas las anfetaminas estacionales, para un año, de un solo operador hermoso sirven a la única mujer que vemos para una noche de insomnio y lucidez. Un manuscrito transformista anticipa así, unos textos probados en los que un detective privado nos cuenta el mundo. El detective es un ser naval, imparable en la cocina, dos veces americano, intra católico. La paz de aquellos viernes ridiculiza, sin malos rollos, a los  borrachos que le saludaban desde los camiones, cuando él visitaba trenes con mesa y chóferes de descanso desde hacía un par de años. Trenes donde los príncipes encontraban amigo. La cortina de la espera brilla en el bombín de los leones. Es un mayo inexplicable y están del Congo hasta los huevos. Una mañana, llega la orden, se detienen las búsquedas, con lo que se endereza el futuro de lo que, aparentemente, sigue siendo el guión. El financiero, por fin, asiste. El sector contesta, en privado, al lamentable director rumano en la sombra. El vigilante, ex congresista, resulta ser el más cuidadoso en la traición. El celo necesita un pútrido espacio en Kuala Lumpur y allí estaba su mano. Todo apunta a que, desde allí, los ventila uno a uno. 50 euros más gastos de envío. A partir de la tercera hora, la película se centra en el Mariscal Roger L. Un autobús se acerca al Kremlin. En el autobús genial y ruso hay  prisionero un gitano. Una hermana mía sale en esa escena. Al prisionero le detuvieron en noviembre del 91. Había vivido en América más de la cuenta. América silbaba en las nubes de esa mañanita. Desencajado y abofeteado, otra vez, antes de entrar, en la puerta, recordando la bandera en el cajón, de repente, se dirige a los espectadores. Es entonces cuando la película se derrumba y vemos quién es el capullo que lo está dirigiendo  todo, a fin de cuentas, desde La Habana. A partir de ese momento, la peli se vuelve decididamente un western de boxeo sobre el turismo salvaje. El rodaje se traslada de nuevo. Esta vez a Italia. La propaganda de la llegada de los actores fue la lengua abisinia del pueblo durante los quince días en los que se movieron por Roma, la ciudad relámpago. Por esas fechas estaba por allí el eje de la poesía belga joven, de visita. Tres chicas y un chico que asisten durante una tarde a la grabación de una de las escenas. Los jóvenes poetas han ido a cerrar un negocio en Roma que no vieron antes. La labor que tienen por delante les irá costando la vida. Sólo hablan en un descanso con Joe que, a los diez años ya tenía la voz que le sale en el filme y el bigotazo. Joe es Helena en la primera de las versiones. Joe paga la factura de los poetas belgas en Francia, Italia y España desde el 89, y eso lo sabe todo el mundo. Joe es un hemofílico capaz, actor secundario y misterioso, y ecuánime mecenas en la Europa del futuro. Joe caníbal, o el valenciano.

A. R
Ya estoy cenado



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