Pocos días ha, me entré una mañana en el cuarto de mi amigo Nuño antes que él se levantase. En la misma posada en que vivo se halla un caballero que acaba de llegar de Indias con un caudal considerable. Las patrias francesa y española abundan en héroes insignes, mayores que muchos de los que veo en los altares de la Roma pagana. Viejos, mozos y niños nos miraban con respeto; ahora nos tratan con despego. En el país del mundo en que hay más comodidad para que un hombre sepa de otro, por la prontitud y seguridad de los correos, se halla la mayor dificultad para escribir éste a aquél. Si, como eres un moro que jamás me has visto, ni yo he visto, que vives a 200 leguas de mi casa, y que eres en todo diferente a mí, fueses un europeo cristiano y avecindado a 10 leguas de mi lugar, sería obra muy seria la de escribirte por la primera vez. Al entrar anoche en mi posada, me hallé con una carta cuya copia te remito. Es de una cristiana a quien (apenas conozco…).
Coronel Joseph
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